miércoles, 4 de julio de 2012

Querido diario...



Se abre al fondo una puerta, de ella escapan palabras en verso abrigadas con el viento y éste empapado de dulces sonidos procedentes de un arpa. La luz salía tímida por la junta del portón de madera. Di dos pasos más y empujé algo más aquél tablón ornamentado y sus bisagras chirriaron en silencio. Al fondo de la habitación, una cama, en una esquina una señorita morena muy bien ataviada acariciando su instrumento. Un ambiente cálido, hogareño y muy apacible. Me tumbé sobre aquella cama, cerré los ojos y sin querer darme cuenta, una vez abiertos de nuevo, volví a la más cruda realidad.
Estaba nuevamente en mi cuarto, pequeña pocilga bien aseada y triste. El sonido del despertador ladrándome en la cara como cada mañana. Me siento en un lateral de aquel colchón chirriante, miro por la ventana y veo que aun es de noche. Apenas ha salido el sol y yo ya en pié. El aroma del café penetra en mis orificios nasales y como un zombi salgo en su búsqueda. Bebo ese brebaje negruzco con una tonelada de azúcar y lo acompaño con un cigarro mientras veo las indecencias y las atrocidades que se cometen en este mundo en el que me ha tocado vivir. Todos los días son iguales, las duchas ya no son refrescantes ni tampoco relajantes, son de obligada tarea diaria, como casi todo, es obligado. No recuerdo la última vez que hice algo por puro placer, por matar el tiempo, por reír, por estar junto a un ser querido o admirado, o simplemente por sentirme vivo. Los años pasan y el tic tac del reloj no se conforma con marcar los segundos, también marca las pautas de esta esclavitud  en la que me he visto, casi de la noche a la mañana envuelto.
¿Triste relato el que hoy cuento querido diario? Nos conocemos desde que cumplí los cuatro años. Apenas sabía que existían normas ortográficas, bueno, directamente no lo sabía, solo expresaba lo que sentía, lo que pensaba. Aquellas primeras líneas eran todas del mismo tipo, añoranza por no tener un padre en casa, pues su trabajo lo mantenía bien lejos de aquí y cómo no, sueños y más sueños de ser médico, cantante, escritor, científico, paleontólogo,… Y más sueños, sueños en los que me perdía constantemente, las niñas… Olores, los culpables de hacerme perder la serenidad y descentrarme, pues el aroma de un buen perfume siempre me ha hecho perder el norte. Miraba a señoras de 30 años ya casadas, para mí en aquel entonces madres y ahora tan solo niñas que juegan a ser jóvenes, jóvenes por fin, porque ellas, las niñas, siempre corren, siempre han querido ser mayores saltándose la infancia y rompiendo su adolescencia. Las miraba con ansia, con curiosidad e incluso notaba como algo en mí se excitaba. Tan solo era un niño, pero en mi interior había un romántico, un ser despreciable para la época que le tocaba vivir, un incomprendido para la mayoría de sus amigos que solo pensaban en fútbol, un despierto a mi entender, porque ellos siempre andaban dormidos.
Y es aquí donde me doy cuenta que mi vida, a día de hoy, aún siendo esclavo, ha sido una vida intensa, llena de lágrimas, risas, sonrisas con momentos embarazosos y simpáticos, errores pequeños y grandes problemas, muertes y mucha tristeza, pero alguien había tras toda esta historia y no es otra que la música. Así es… Ella siempre me ha susurrado en el oído, siempre me ha acompañado y ha llenado de esperanzas mi vida, dándome fuerzas a continuar en pié como un campeón.
Ahora la mayoría de mis amigos han desaparecido, mis ex-parejas son auténticas desconocidas, no son ni su sombra, he visto como ha cambiado mi entorno y la que yo creía mi gente. Sin embargo yo, cual frasco del perfume más puro, me mantengo virgen en ese aspecto, pues aunque he madurado, sigo siendo el mismo, sigo manteniendo esa esencia que me hace especial y por qué no decirlo, un ser único, pues soy de los que piensa que todos lo somos.
Aun teniendo esta vida tan monótona y tan esclavizada, cada noche sigo cerrando los ojos y volando a ese mundo en el que me siento realizado, en el que aquella señorita toca el arpa y donde las noches son cálidas, el vino fluye sin descanso, las ideas vuelan sin aranceles y el sexo es el más puro que he deleitado jamás.

Alex Romero
7 de Junio de 2012