viernes, 21 de octubre de 2011

¡Un día maravilloso!


Llegaba yo el jueves del trabajo muy cansado, casi más cansado que nunca, pues la semana ya se inició mal. El lunes apenas había dormido y así con el resto de días. Llevaba el cansancio acumulado desde el domingo pero, llegó el jueves. Bendito jueves, pensé. Los viernes tan solo trabajo de nueve de la mañana a una de la tarde, tan solo cuatro horas que suelen pasar volando, menos los cuatro últimos minutos, que cada uno de ellos parecen horas eternas y al final, cuando da la una en el reloj, parece haber pasado una jornada completa, la clásica de ocho horas. Pero contento el jueves por la noche, mientras volvía cansado a casa, pensando en el maravilloso y corto viernes que me esperaba.

Al llegar a casa el jueves, mi madre se me acerca algo sigilosa y me dice que al día siguiente tendría que acercar a mi padre a la nave donde va a comenzar a trabajar. La noticia buena, que mi padre había encontrado trabajo por fin y la mala, es evidente ¿no? Que no podría dormir más de lo normal aun entrando a las nueve porque tenía que acercar a mi padre a las siete y cuarto de la mañana al trabajo. Pero esto es solo el principio. De dejar a mi padre en aquella nave silenciosa y oscura, pues todavía era de noche, me dirigí a mi puesto de trabajo, pues para qué iba a volver a casa, así que para la oficina que me fui. Consigo llegar incluso más pronto que nunca, sobre menos diez las ocho. Mi compañero, que entra todos los días a las ocho de la mañana, no tardaría mucho en aparecer por allí para abrir la oficina pero, claro, ese día se le pegaron las sábanas. Así que, hoy viernes, llego muy pronto al trabajo, total para empezar a las ocho y veinte. Media hora de espera en aquella calle todavía alumbrada por farolas y sin un alma errante por las aceras, un silencio sepulcral y el frío que caracteriza a esa ciudad. Por fin una silueta allá a lo lejos, ¡es él! Es mi compañero por fin.

Pero claro, seguimos con lo mismo, incluso puedo seguir manteniendo que ésto es solo el principio. Empieza la jornada de trabajo, muy distendida e incluso entretenida. Parece que se arregla el día, los trabajos salen adelante sin esfuerzo y la felicitación por lograr los objetivos es más de lo esperado. Algo bueno en el día de hoy, la mala suerte parece haberme abandonado pero, tan solo fue a tomarse un café. Yo esta noche, la noche del viernes, pensaba salir a cenar y tomar algo por ahí, así que mi idea era la siguiente: llegar a casa sobre la una y veinte o y media, ducharme, tumbarme un rato hasta la hora de comer y descansar. Pero no va a ser posible, pues no solo tengo cita con el dentista a las cinco de la tarde, ya que me ha cambiado el día y la hora, sino que además mi tía necesitaba que la acercara a hacer la compra. Así que nada más llego, recojo a mi tía, la llevo al supermercado, tardamos cosa de media hora, llego a casa y estoy tan rendido que no me apetece para nada la complicación de ducharme, arreglarme y prepararme para la noche de viernes que en principio me esperaba. Así que me pongo a ayudar a mi madre a hacer la comida, me siento a comer y descanso fumándome un cigarro y leyendo historias por la red.

Ojo, que ya es la media y tengo que ir al dentista. Salgo de casa camino al dentista, pero como voy hablando con mi novia a la que echo mucho de menos, pues me despisto y voy camino hacia el trabajo, la costumbre será. Rectifico casi a tiempo, aunque es cierto que cojo el camino más largo para llegar a la ciudad donde se ubica el dentista. Una vez en dicha ciudad, no sé donde cojones está la consulta de la dentista. Pero tranquilos, tengo una tarjeta en la cartera y hay una dirección y un teléfono. Llamo por teléfono, me atiende una chica con acento argentino y muy poco espabilada. Le pregunto que calles debo coger para llegar a la clínica, me da dichas indicaciones, pero resulta que no era la consulta a la que debía ir. Al yo decirle si me esperaba allí mi dentista, me dice sorprendida que hoy dicha dentista tenía consulta en otra ciudad, la mía para más inri. Me cabreo como es lógico y me doy media vuelta buscando la salida a la autovía de nuevo para volver a mi ciudad. Es cuando me planteo lo siguiente, ¿cómo es posible que pase cita en mi ciudad, si hoy mismo me han llamado para confirmar mi cita porque la doctora tan solo iba a pasar consulta conmigo y con otro paciente el día de hoy? Aquí pasa algo, me digo entre dientes. Le hago una nueva pregunta a la chica que me a atendido por teléfono, pues ella seguía dándome más y más datos que no encajaban por ninguna parte: "Entonces, ¿Beatriz no está ahí?" Y ella muy apurada me responde que no sabe quién es Beatriz.

En fin, que continúo girando por una rotonda y me vuelvo a meter a la ciudad de la que me acababa de salir, pues ya todo empezaba a encajar, estaba llamando a una clínica que no era la mía. A todo esto, ya llegaba quince minutos tarde. Así que nada, continuo lo que había empezado, la búsqueda de la clínica. Doy como por arte de magia con la avenida en cuestión y resulta que es muy larga, pero que muy larga. Para colmo, habían como cinco clínicas de dentista en las que tan solo había un cartel indicando que en ese edificio había una "CLÍNICA DENTAL". Nada más, sin nombre de clínica, de dentista, referencia alguna,... Una movida muy grande. El caso, es que esta dentista, mi dentista, la que me puso el aparato siempre viene a mi ciudad, pero por culpa del trabajo no pude asistir a mi última cita, en mi ciudad, por lo que tenía que ir a la suya. Explicado esto, continúo bajando la calle y voy pasando una manzana, otra y otra hasta que se me ocurre llamar a la clínica a la que soy asiduo y resulta que la secretaria no se encuentra allí, pues hoy no pasaban consulta. Menos mal que tenía desviado el teléfono y me lo ha cogido desde casa. Pero claro... No tenía a mano los datos de la otra clínica y no sabía indicarme. Así que continúo con mi aventura, a todo esto ya llegaba media hora tarde a mi cita.

Por fin doy con la clínica, recordaba el logo, pues es la única clínica que utiliza un colmillo como logo, menos mal que algo me sonaba de la tarjeta que me dio dos años atrás. Toco al timbre, doy mi nombre, subo y voilà, allí era. Subo, todo bien, me vuelvo a casa para ducharme, arreglarme y prepararme para la cena y las copas de después, pero resulta que la cena se ha venido a bajo. Así que tampoco hay cena.

Pero lo más triste no es todo esto, pues ya después de una otra y otra y otra... Al final uno ya se va riendo de todo lo que le sucede, pues hay que intentar ser optimista, pero claro, que después de todo este meneo tampoco veré a mi morena...

En definitiva, que es un día muy triste, pero que muy triste en el que llueve dentro de mi corazón después de tanta calamidad, pero está inundado al recordar que esta semana, una semana que no veré ni disfrutaré, de mi niña guapa.

Firmado, un desgraciado.

1 comentario:

  1. Hay dias en los que todo sale cruzado, lo bueno que exclusivamente duran 24 horas... asi que tarde o temprano pasan!
    un besito

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