viernes, 19 de noviembre de 2010

Las aventuras de Omenophis




Texto Rescatado
Escrito en 2006 y publicado en 2 de Marzo de 2007

Quinta parte

Al final de aquel angosto túnel nos encontramos con una sala enorme, de forma rectangular. Había una mesa de madera corroída por el tiempo y la humedad del lugar. No había sillas, solo dos señores vestidos de negro y armados. Al acercarnos a ellos, tras cruzar toda aquella antesala, el anciano les habló en un idioma un tanto extraño que me dejó boquiabierto. ¿A qué lugar me habían llevado mis pies? ¿Tan alejado estaba que ya no se hablaba el mismo idioma? En fin, me sorprendió ver como aquellos pedazos de armarios de tíos se apartaron y nos dejaron pasar. Dos puertas al estilo de fortaleza, reforzadas con clavos de cabeza cuadrada de unos diez centímetros de lado formaban dos hileras en cada portón. Nos introducimos dentro de aquel lugar tan escabroso, pues los techos de esta zona eran aun más bajos que los de la zona anterior. Aquí estaba todo menos iluminado y por fin, unos escalones que parecía nos devolvería al nivel del que yo, al menos, procedía. Subimos uno, dos, hasta quince escalones, los primeros de tierra húmeda y recubiertos con una pasta extraña. Los últimos de piedra maciza.

Algo extraño que desprendía destellos al lado de una puerta metálica llamó mi atención. El metal de aquella puerta estaba tan pulido que casi me podía ver reflejado. El joven acercó la mano y se accionó algún tipo de mecanismo, pues la puerta se retiró a una velocidad pasmosa. Un patio gigantesco lleno de gente y un ruido ensordecedor me daban la bienvenida a aquella ciudad que estaba seguro, era guardiana de un secreto muy grande. Seguí los pasos del anciano y del joven extraño y me condujeron hasta un cuarto en una de las esquinas del cubículo en el que se ubicaba el patio exterior. Efectivamente, bordeado de altas murallas de piedra. Estaba dentro de aquella fortaleza. La gente hablaba a gritos, estaba lleno de comerciantes y de pronto un silbido que retumbaba entre aquellas paredes macizas me recordaba al sonido que escuché la noche anterior y que me obligó a taparme la cabeza con el macuto para poder continuar con mi descanso. Unas luces muy extrañas se iluminaban en el suelo en una de las esquinas del patio y le siguió el mismo sonido grave y fuerte que el que le precedió la noche anterior mientras intentaba dormir. Una sombra gigantesca ocupó todo el patio y al llevar mi vista al cielo, vi un artefacto metálico que flotaba en el aire. Unas luces intermitentes de color rojo en la parte inferior del mismo me atrajeron tanto que casi le di más importancia a eso que a que un objeto tan grande y seguramente pesado pudiese estar volando como un pájaro, aun que ni eso, pues planeaba casi estático y descendía con mucha cautela. Al llegar al suelo me quedé anonadado. En su interior viajaban hombres y mujeres. Vestían del mismo modo que yo lo hacía antes de comenzar mi viaje. Me sentí muy identificado con ellos, pero no sabía quienes eran. En una de las partes de aquel objeto que era capaz de evadir las leyes de la gravedad, una inscripción. Distinta a la que hallé en la magnífica puerta del palacete, pero también me era familiar y ¿por qué?

En ese momento el anciano llamó mi atención con un chasquido en los dedos a pocos centímetros de mi nariz. Me asusté, pero volví en mi mismo en breve. Le miré y me invitó a pasar dentro. Algo comentaba sobre la preparación que debían llevar a cabo conmigo. Pero ¿Qué preparación? ¿Dónde diantres estaba que hasta los hombres volaban? Tenía cada vez más interrogantes, pero que demonios, en el fondo me gustaba, pues mi aventura no había hecho más que empezar.

FIN DE LA QUINTA PARTE
Fin del capítulo 1

Autor: Alex Romero

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